
Pompón era un lindo conejito que vivía en el bosque con sus hermanitos, su mamá y su papá. Pompón era muy travieso y le gustaba saltar muy alto. Su papá le decía:
“Pompón, cuidado, no saltes tan alto porque te puedes alejar mucho de la casa”. Su mamá se preocupaba y le decía: “Hijito, ten cuidado. Con cada salto que das, te vas muy lejos y un día te podrías perder”.
Pero al conejito le gustaba mucho saltar y no obedecía.
Una tarde, estaba jugando en el jardín con sus hermanitos y empezó a saltar cada vez más alto y más lejos, se reía y saltaba divirtiéndose mucho. Con cada salto se alejaba más y más de su casa. En eso se dio cuenta que ya no escuchaba las voces de sus hermanos, se detuvo y con sorpresa vio que estaba en un lugar que no conocía. El nunca había ido a esa parte del bosque. “
¿Dónde está mi casa?” pensó, y se puso a buscar a sus hermanos y a sus papás. Caminó y caminó, pero no encontraba a su familia. Estaba oscureciendo, se hacía de noche y no encontraba su casa. Cuando todo se puso oscuro, Pompón se puso a llorar. “Ay me he perdido por saltar y saltar. No encuentro mi casita. No sé dónde está mi familia. Tengo hambre, tengo frío, ayyyy”… En eso escuchó unos ruidos: “¡croac, croac!”, los ruidos cada vez eran más fuertes, y Pompón se asustó mucho. “
¡Ay qué miedo! ¿Qué es eso?” dijo. Vio que a su lado algo se movía, ¡Ohhh!! ¿qué era?, era un pequeño sapo, que lo miraba atentamente y le dijo:”
¿ Por qué lloras conejito?”
“Me he perdido, no encuentro mi casa” respondió. ¿ Y dónde vives?” preguntó el sapo. “Yo vivo en el roble alto al lado de la laguna” le dijo Pompón. “Ah sí, conozco esa zona, ¿y qué haces acá tan lejos de tu casa?” preguntó el sapo.
“Salté, salté y salté…hasta que me perdí”. Respondió llorando el conejito. “Bueno, ya no llores más, te acompañaré hasta tu casa, no te preocupes”. Los dos se fueron saltando y saltando hasta que llegaron a la casa del conejito. Sus hermanos estaban llorando porque Pompón se había perdido. Cuando lo vieron llegar, sus papás y hermanitos se pusieron muy alegres al ver a su conejito perdido, le agradecieron al sapo y lo invitaron a comer, para celebrar el regreso de Pompón.
“Pompón, cuidado, no saltes tan alto porque te puedes alejar mucho de la casa”. Su mamá se preocupaba y le decía: “Hijito, ten cuidado. Con cada salto que das, te vas muy lejos y un día te podrías perder”.
Pero al conejito le gustaba mucho saltar y no obedecía.
Una tarde, estaba jugando en el jardín con sus hermanitos y empezó a saltar cada vez más alto y más lejos, se reía y saltaba divirtiéndose mucho. Con cada salto se alejaba más y más de su casa. En eso se dio cuenta que ya no escuchaba las voces de sus hermanos, se detuvo y con sorpresa vio que estaba en un lugar que no conocía. El nunca había ido a esa parte del bosque. “
¿Dónde está mi casa?” pensó, y se puso a buscar a sus hermanos y a sus papás. Caminó y caminó, pero no encontraba a su familia. Estaba oscureciendo, se hacía de noche y no encontraba su casa. Cuando todo se puso oscuro, Pompón se puso a llorar. “Ay me he perdido por saltar y saltar. No encuentro mi casita. No sé dónde está mi familia. Tengo hambre, tengo frío, ayyyy”… En eso escuchó unos ruidos: “¡croac, croac!”, los ruidos cada vez eran más fuertes, y Pompón se asustó mucho. “
¡Ay qué miedo! ¿Qué es eso?” dijo. Vio que a su lado algo se movía, ¡Ohhh!! ¿qué era?, era un pequeño sapo, que lo miraba atentamente y le dijo:”
¿ Por qué lloras conejito?”
“Me he perdido, no encuentro mi casa” respondió. ¿ Y dónde vives?” preguntó el sapo. “Yo vivo en el roble alto al lado de la laguna” le dijo Pompón. “Ah sí, conozco esa zona, ¿y qué haces acá tan lejos de tu casa?” preguntó el sapo.
“Salté, salté y salté…hasta que me perdí”. Respondió llorando el conejito. “Bueno, ya no llores más, te acompañaré hasta tu casa, no te preocupes”. Los dos se fueron saltando y saltando hasta que llegaron a la casa del conejito. Sus hermanos estaban llorando porque Pompón se había perdido. Cuando lo vieron llegar, sus papás y hermanitos se pusieron muy alegres al ver a su conejito perdido, le agradecieron al sapo y lo invitaron a comer, para celebrar el regreso de Pompón.
El Conejito Pompón aprendió la lección, es importante escuchar a los papás y obedecerles.
Fin
Patricia Seminario
Nido José Olaya